viernes, 8 de mayo de 2009

Música, ¿ocio o salud?


Escuchar música es, entre otras cosas, una de mis mayores aficiones. Con ella paso mis momentos de soledad, los de compañía, los días nostálgicos y los eufóricos, los momentos de aburrimiento y los momentos en los que, simplemente, ansio escuchar una determinada canción que no deja de rondar por mi cabeza y que no puedo evitar tararear.

Muchos ven la música como un elemento sin importancia, del que se puede prescindir; otros, piensan que sería imposible vivir sin ella, y, como no, también nos encontramos con aquellas personas a las que les resulta indiferente.

Yo soy una de las personas que "no pueden" vivir sin música. Lo pongo entrecomillado porque es evidente que, aunque constituya un factor de importante influencia en las personas, no es un elemento imprescindible, pues antes de formar la civilización que hoy conocemos y antes de que el ser humano evolucionara a un ser plenamente racional viviamos sin la música tal y como hoy la conocemos.

Otro aspecto que me atrae es si debemos hablar de la música como una forma de ocio o como una forma de hábito saludable. Evidentemente, habran posturas y creencias para todos los gustos, aunque yo pienso que tal vez podría ser algo mixto, una mezcla de ambas cosas. Veo la música como una forma de ocio, ya que con ella paso el tiempo de manera entretenida y me divierte, pero también veo en ella aspectos relacionados con la salud y la psicología; y no sólo yo lo pienso, existen estudios médicos que así lo confirman.

Uno de los personajes históricos que estudiaron los efectos de la musica sobre las personas fue Aristóteles, para quien la música actuaba de diversas maneras, pudiendo:
  • Provocar un aumento de la actividad y llevar al hombre a realizar acciones heroicas, impulsivas o voluntariosas. Este poder de la música se reconocía como ethos praktikon (ethos práctico- el ethos es para los griegos el poder que tiene la música sobre los oyentes).
  • Estimular e intensificar la fuerza espiritual del hombre, desarrollando su firmeza moral. Este poder se llamaba ethos ethikon (ethos ético). El dórico, modo helenístico por excelencia, era empleado en melodías de carácter viril, grave y majestuoso, en los peanes a Apolo y en el género citarístico.
  • Las melodías que poseían un ethos threnodes (de threnos, canto plañidero) podían debilitar e incluso corroer el equilibrio moral. El modo lidio se consideraba apropiado para la música trágica y dolorosa, y era empleado en los cantos fúnebres.
  • Finalmente, una última posibilidad de la música era la de provocar un éxtasis momentáneo, reservado al ethos enthousiastikon. Este era el ethos propio de los ritos a Dionisos y conveniente a la música religiosa que debía acercar al hombre a la divinidad.
Que la música influye en el organismo y el comportamiento humano nadie lo pone ya en duda. Todos sabemos que la música en la sala de espera del médico o del dentista produce un efecto tranquilizante; que el hilo musical en fábricas u oficinas donde se realizan trabajos mecánicos, aumenta el rendimiento y disminuye la fatiga de los empleados; que el heavy metal aumenta los instintos agresivos o que la música disco aumenta los jugos gástricos por la excitación nerviosa producida, lo que induce a consumir bebidas; o las últimas técnicas en musicoterapia, donde es la música la que se encarga de curar ciertas enfermedades.

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